Relato de No Ficción: en la mente de un pasivo
Se te cambia la cara cuando tu chico empieza a meterte la punta. Sientes todo el potencial de su polla que empieza a entrar, lentamente, y a tocar el punto G que tanto te gusta que te exciten. Mueres de ganas de que te folle despacito, sentirlo, y luego fuerte, dándote caña mientras miras sus ojos llenos de placer clavándose en los tuyos. Estáis muy cerdos los dos, pero lo tuyo es ser pasivo, que te vayan dilatando con uno, dos dedos y cogerle la mano y pedirle sutilmente que te los siga clavando. Te muerdes los labios mientras respiras con todas tus fuerzas y le echas el aire en la oreja. Que escuche tus gemidos. Le haces saber que te tiene en el punto que más te gusta.
No hay lugar en el mundo reservado a tanto placer. Solo tú y él; y tú vas moviendo el culo, colocándolo a tu medida para ver las estrellas donde se oculta el máximo orgasmo. ¡Uf! Sudas, gritas, a lo mejor te duele, pero le pides que no pare mientras te entregas a fondo en una follada gay sin límites. No necesitas ni acariciar tu polla porque sabes que lo que te da tu hombre es suficiente para tocar el cielo. Te vas a correr y no hay nadie ni nada en el mundo que pueda detener tu semen, que se expulsa violentamente acompañado de gritos de placer y aprovechas el último empuje para sentir su polla bien adentro.
¿Y qué hay de él? Tu activo se muere de ganas de ver ese culazo bien abierto, pidiendo guerr
a. Entra en ebullición tan solo de pensar cómo será su polla rozando y recorriendo la carretera que te lleva al Olimpo, después de haberlo dilatado con su lengua. Ha sentido toda tu energía en su cabeza, mientras se la agarrabas para que continuara con su beso negro, justo antes de que te la empezara a clavar. Le vuelves loco porque sabe que tienes eso que les transporta a lo más alto: un culo estrecho y bien prieto que les hace vibrar de placer.
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