¡Mi padre es gay! Me lo dicen las revistas que encontré
En mi casa, hay una sala que sólo utiliza mi padre gay. Es su despacho, el lugar donde se mete a trabajar cuando llega después de una larga jornada de trabajo. Es un señor un tanto peculiar, muy workaholic. Le encanta traerse a casa lo que no hace en la oficina y, entre documento y documento, encontré un montón de revistas y cómics de lo más cochino de hombres rompiendo culos y comiendo rabos como si no hubiera un mañana. Tíos muy cerdos con corridas por todas partes…
La verdad, jamás, en mi vida, hubiera pensado que mi padre, un señor conservador de los de toda la vida (misa los domingos, apariencias y estatus) tuviera entre sus cosas semejante material que, por supuesto, un momento después utilicé para hacerme una buena paja y estrenar mi vibrador que compré a precio de ganga el otro día por un Sex Shop del centro de Madrid. Y todo, por cortesía de mi papi.
Ventajas de tener un padre gay
Estaba tan cachondo y perplejo que, inmediatamente después de correrme yo, llamé a mi mejor amiga para comentarle lo que había ocurrido. Le conté, cómo no, acerca de todo el material gay que había encontrado. Ella entendió perfectamente el objetivo de mi llamada porque, desde hace años, me vengo quejando de que, en casa, nadie me comprende y apenas he podido revelar mi verdadera orientación sexual.
Su recomendación fue que no volviera a dejar en el mismo sitio todas las revistas gays que había encontrado. Todo lo contrario; mejor, que las dejara sobre su mesa para que, cuando llegara, se diera cuenta de que las había encontrado y que ya, difícilmente, podría haber secretos entre nosotros. “De tal palo, tal astilla”, dice el refrán.
Pero, cuál fue mi sorpresa, cuando mi amiga me comentó que, además, le recomendara otros recursos mucho más modernos y que no dejan huella… “¿Cuáles?”, pregunté. Y ella respondió: “Dile que visite CAM4 en modo incógnito. Eso es lo que hago yo desde todas partes: desde el trabajo, desde casa, desde el móvil…”.
Y, he de reconocer, que aquel día marcó un antes y un después en la relación con mi padre. Aquel señor conservador, bodrio y ultraconservador comenzó a disiparse, hasta hoy, que se ha convertido en mi principal confidente.
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