La duda metódica en sexo gay: ¿polla grande o polla pequeña?
En el sexo gay, follarte a otro marica es como la vida misma, o sea, “como una caja de bombones. Nunca sabes lo que te va a tocar”. Forrest Gump, sin duda, pensaba en todos nosotros que, ansiosos, tímidos o muy reputas, vamos directos a la polla de nuestras parejas sexuales para salir de dudas cuanto antes: “¿La tendrá grande o pequeña? ¿Gorda o fina?”.
Que nadie se me eche encima. Es verdad que hay de todo (recatados, golfos, prudentes, mojigatos, etc.), pero reina en éste, nuestro querido mundo gay, una corriente muy putanesca que hace, exactamente, lo que comentaba: correr a mirar la polla sin demasiado tardar. Vamos, que en cuanto te descuidas, ya tienes metida una mano dentro del calzoncillo, palpando lo que hay dentro de él.
Y tú, ¿cómo palpas el rabo de tu chico la primera vez que te lo tiras? ¿Y cómo te gusta que te lo palpen a ti? Responde a estas preguntas y déjanos tus experiencias. ¿Cómo reaccionas cuando adviertes que te va a penetrar un rabo enorme que no esperabas? A mí, esto último, me ha ocurrido cientos de veces y me encanta.
Recuerdo el día que descubrí el cruising. Regresaba borracho a casa y decidí parar a descansar en un parking, aparentemente, muy tranquilo. El caso es que un chico muy guapo no paraba de dar vueltas alrededor de mi coche hasta que, obviamente, le invité a subir. Apenas me habían penetrado un par de veces en toda mi vida, pero desde el momento en que le vi sentado en el lugar del copiloto, con las piernas levemente abiertas y aquella postura tan varonil, supe que esa polla (sin saber aún si era grande o pequeña) sería la tercera que me follara. Ni “holas” ni “¿cómo te llamas?”. Según entró al coche, le volteé los pantalones de chándal y le saqué el rabo, que resultó ser enorme. Cuando advertí semejante tamaño me puse aún más cachondo y no tardé ni 5 segundos en llevármelo a la boca y lamerla. Seamos francos, ¿a qué chico no le gusta una buena garganta profunda de manera inesperada?
A medida que sentía su polla más y más dura, él comenzó a meterme los dedos por el culo. Necesitaba follarme y tenía que ser rápido porque los alrededores de mi coche se estaban llenando de mirones. Parecía un show en plena calle. Un poquito de saliva y, bueno, la verdad es que doler, dolió; pero solo los cuatro primeros empujones. Después, su polla se deslizó como la seda y, tras follarme durante unos minutos, le puse mi cara para que hiciera un bukake. ¡Qué rica sabía su lefa, tan blanca y caliente!
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