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¿Recuerdas cómo fue tu primer beso gay?

¿Recuerdas cómo fue tu primer beso gay?

Mi primer beso gay, recuerdo, fue en los cuartos de baño de un Burger King. Por aquel entonces, no existía el internet que conocemos hoy en día. Se hacía todo a través de Infovía, aquel armatoste que, para conectarse, emitía un ruido extraño por la línea de teléfono y te dejaba sin él durante el tiempo que estuvieras conectado. Estaba realmente acojonado porque le había robado la contraseña a mi madre y, como apenas era un niño, no tenía la picardía suficiente para borrar todo rastro gay que hubiera dejado durante mi navegación. Porque hice precisamente eso, meterme en internet para zamparme una buena polla con algún muchacho en Madrid. Alguien con quien pudiera sentir definitivamente las mieles del primer beso gay.

En mi caso fue fácil, ya que no tenía demasiado arraigado el ideal romántico de una primera cita gay o un cortijo propiamente dicho. Yo iba a lo que iba. Tenía 15 años y tenía novia, lo que hacía todo mucho más complicado. En cambio, fueron mucho más poderosas las ganas de comerle la boca a un tío y sentir su tacto sobre mí que cualquier amenaza de mi día a día.

El baño donde me di mi primer beso gay


 

Tras utilizar un clásico chat de citas (el de Chueca.com), di con un chico de 18 años que se dio cita conmigo a la salida del metro Quevedo, en Madrid. No le había visto en foto. Yo llegué antes y, durante la espera, me aproximé a varios chicos preguntando si eran ellos –¡qué vergüenza!-, hasta que apareció él. Dos besos, “¿qué hacemos?” y nos fuimos a tomar una Coca Cola al Burger King que aún hoy hay en la glorieta.

Terminados nuestros refrigerios, preguntamos, nuevamente, “¿qué hacemos?” porque la tensión sexual se palpaba. Tuve suerte, el chico estaba muy bueno. Y lo que hicimos fue dirigirnos a los cuartos de baño (fue idea suya), donde aprovechamos a comernos la boca salvajemente en una primera toma de aproximación. Nos olvidamos, prácticamente, que nos encontrábamos, aunque con cerrojo, en un espacio público y que todo se podía oír. No nos importaba porque yo estaba dispuesto a estrenarme, en mi primera experiencia gay, a lo grande. Por tanto, cuando vi su increíble polla a punto de caramelo, me deslicé lentamente y le hice mi primer oral. Me encantó, todo hay que decirlo, por ello continué comiéndole las pelotas mientras no quitaba ojo de sus gestos de placer.

Como no podía ser de otra forma, en pleno éxtasis, sentimos un fuerte golpe sobre la puerta que nos daba cobijo. Era el personal de la hamburguesería que preguntaba si estaba libre para entrar a limpiarlo. Le dijimos que esperara un minuto, que ya salíamos y después nos fuimos; con las mismas, con la cabeza bien alta frente a su mirada de sorpresa. ¡Madrid siempre ha sido una ciudad tolerante!

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